
Yo estoy contra los puentes.
“No sé si es el momento de decirlo”.
Los puentes nos unen y nos separan, nos mantienen comunicados y nos aíslan.
Construir es una tarea horrible, utilizamos materiales feos que luego hay que tapar y pintar para que nadie los vea. Lo justificamos creyendo estar utilizando los más apropiados por su facilidad para encontrarlos o su economía en producirlos. No nos sentimos orgullosos de lo que hacemos y por eso ocultamos el acero cubriéndolo con hormigón, decimos que juntos hacen un buen equipo. El hormigón lo tapamos con ladrillo, el ladrillo con yeso y el yeso con pintura.
Lo cierto es que este modelo, no está dando buenos resultados. Sencillamente no funciona. El acero y el cemento son los principales elementos constructivos y no resultan efectivos ni desde el punto de vista económico, ni energético y mucho menos ambiental. Consumen para su producción enormes cantidades de agua, necesitan de la producción de calderas a gran temperatura, expulsan a la atmosfera ingentes cantidades de CO2, producen enormes desperdicios y contaminación, modifican el entorno del cual se extraen las materias primas y lo que es peor, la suma de todos ellos no consigue que sus cualidades se complementen, ni juntos ni separados ofrecen confort, aislamiento ni salud ambiental.
Por eso estoy contra los puentes.
El uso determinante de un material era hasta hace poco, la abundancia de materias primas del entorno para producirlo, posteriormente se impusieron criterios técnicos y siempre han estado presentes los motivos económicos.
Y AQUÍ ES DONDE SE PRODUCE EL PRIMER GRAN FRACASO.
Construir un edificio no resulta barato pero mantenerlo resulta aún más caro.
Entramos en un carrusel de medidas y obsesiones centradas en normas para su regulación, que persiguen minimizar los recursos para hacer más eficientes nuestras construcciones. Y nos engañamos pensando que son construcciones ecosostenibles y con su incoherente reciclaje. Enloquecemos con los certificados de eficiencia energética y los niveles de transmitancia y los materiales aislantes y los muros aireados y las roturas de puentes térmicos.
Por eso estoy contra los puentes y sobre todos… los térmicos.
Ahora que hemos llegado a Marte, sería la gran oportunidad de soñar con encontrar otros materiales que nos produjeran placer simplemente con tocarlos. Merecería la pena viajar hasta tan lejos. Deberían de poner todo su empeño los grandes centros de investigación y los centros de referencia nacional sobre edificación.

Deberíamos buscar otros elementos con los que poder fabricar nuestras casas, materiales amigables, que nos inviten a abrazarlos, a tirarnos desnudos al suelo sobre su superficie, a pisarlos y andar descalzos sobre ellos. Que no nos ensucien el campo ni el ambiente, que huelan bien, que nos den calor y que nos alumbren.
Sería estupendo encontrar un material así, que nos de sombra en verano y sea refugio de personas y animales.
ESTARíA GENIAL QUE ADEMÁS PRODUJERA BUENOS FRUTOS.

Puestos a pedir, desearía que este material pudiera reducir por si solo los problemas climáticos tan graves con los que nos encontramos precisamente por producir, horribles materiales de construcción.
Me gustaría que este material no se agotara nunca, que fuera capaz de renovarse por sí solo sin necesidad de la acción directa del hombre.
Puestos a soñar… me gustaría que algún día encontremos este material y que los pájaros hagan nidos en él.
¿ Crees que podríamos encontrar algo parecido?
Situación de la formación profesional de la madera
Interesante artículo Miguel, y buena redacción ante los acontecidos en este periodo de tiempo llamado pandemia.
Gracias Claudia por tu comentario.